El muro marroquí en el Sáhara Occidental: la barrera olvidada de un conflicto congelado

Un muro de 2.700 kilómetros en el Sáhara con impacto humano y político

El muro marroquí en el Sáhara Occidental, también conocido como el “muro de la vergüenza“, es la segunda barrera más extensa del mundo después de la Muralla China. A pesar de su magnitud y de sus implicaciones geopolíticas, ha recibido escasa atención internacional. Con más de 2.700 kilómetros de longitud, divide en dos el territorio saharaui y cuenta con una de las mayores concentraciones de minas antipersona en el mundo, con más de siete millones de explosivos enterrados a lo largo de su extensión.

Construido entre 1980 y 1987 con asesoramiento de Israel y Estados Unidos, el muro tiene un doble propósito: impedir las incursiones del Ejército de Liberación Saharaui y garantizar el control de los recursos naturales del territorio ocupado, especialmente los fosfatos y la pesca. Su mantenimiento representa un alto coste para Marruecos, estimado en unos dos millones de dólares diarios, financiados en gran parte por sus aliados en el Golfo.

Contexto histórico del Sáhara Occidental: de colonia española a territorio ocupado

El Sáhara Occidental, situado en el noroeste de África, fue una colonia española desde 1884 hasta 1975. Durante casi un siglo, el territorio estuvo bajo dominio español debido a su cercanía con Canarias y su riqueza en recursos naturales. En 1973, el Frente Polisario inició una lucha armada para poner fin a la colonización. Bajo presión internacional y ante las ofensivas del Polisario, España abandonó el territorio en 1975 sin garantizar la autodeterminación saharaui, firmando en su lugar los Acuerdos Tripartitos de Madrid con Marruecos y Mauritania, quienes se repartieron el control de la zona.

La ocupación marroquí dio inicio a un conflicto armado de 16 años con el Frente Polisario. En 1979, Mauritania se retiró y reconoció a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), pero Marruecos continuó la guerra. Como resultado, miles de saharauis se refugiaron en la ciudad argelina de Tinduf, donde más de 173.000 personas aún viven en campamentos.

En 1991, la ONU mediaba un alto el fuego con el compromiso de realizar un referéndum de autodeterminación. Sin embargo, Marruecos ha bloqueado sistemáticamente su celebración, manteniendo el estancamiento del conflicto.

Una barrera militar con consecuencias humanitarias

El muro de separación marroquí no solo divide el territorio, sino que también aísla a la población saharaui. Al oeste, bajo ocupación marroquí, los saharauis viven bajo estrictas restricciones de derechos humanos. Al este, en las zonas controladas por el Frente Polisario, la vida es igualmente difícil debido al bloqueo territorial.

El impacto humanitario del muro es significativo. La región afectada por minas antipersona y explosivos sin detonar abarca aproximadamente el 40% del Sáhara Occidental, según la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO). La Oficina Saharaui de Coordinación de Asuntos de Minas (SMACO) estima que desde el inicio del conflicto, más de 8.000 personas han sido víctimas de estos explosivos.

Además, la barrera impide la movilidad de los saharauis, afectando su economía tradicional basada en el pastoreo nómada. También ha alterado el ecosistema, afectando los flujos de agua y acelerando la desertificación en la zona.

Un conflicto olvidado por la comunidad internacional

A pesar de su impacto, el muro marroquí en el Sáhara Occidental sigue siendo un tema marginal en la agenda internacional. Organizaciones de derechos humanos han denunciado las violaciones en la zona ocupada, pero las potencias globales han evitado presionar a Marruecos debido a sus intereses estratégicos en la región.

El muro simboliza el estancamiento del conflicto y la falta de una solución definitiva. Mientras la comunidad internacional no tome medidas efectivas, la población saharaui seguirá dividida, con su derecho a la autodeterminación postergado indefinidamente.

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