En los últimos años, la selva del Darién, una de las regiones más inhóspitas del continente americano, se ha convertido en una de las principales rutas migratorias para miles de personas que buscan llegar a Norteamérica. Esta peligrosa travesía a través de la frontera natural entre Colombia y Panamá es considerada una de las más riesgosas del mundo, debido a sus terrenos abruptos, fauna salvaje y la presencia de grupos criminales.
Rutas migratorias en la selva del Darién
Los migrantes que cruzan el Darién suelen seguir distintas rutas, dependiendo de sus puntos de entrada en Colombia y sus posibilidades económicas para pagar guías locales. Entre las rutas más transitadas se encuentran:
- Necoclí – Acandí – Bajo Chiquito: Esta es la ruta más común. Los migrantes llegan a Necoclí, en el departamento de Antioquia, y cruzan en lancha hacia Acandí. Desde allí, inician su camino a pie por la selva hasta la comunidad panameña de Bajo Chiquito. Este trayecto puede tardar entre cinco y diez días, dependiendo de las condiciones climáticas y la resistencia física de los viajeros.
- Capurganá – Carreto – Lajas Blancas: Otra ruta frecuente parte de Capurganá, un pequeño pueblo colombiano, donde los migrantes pagan a “coyotes” para ser guiados a través del espeso bosque hasta Carreto, en Panamá. Desde allí, continúan hacia Lajas Blancas, un campamento de recepción de migrantes.
- Turbo – Riosucio – Paya: Menos transitada, pero igualmente peligrosa, esta ruta implica un cruce inicial en lancha desde Turbo hasta Riosucio, en Chocó. Desde allí, los migrantes atraviesan el Parque Nacional Darién hasta Paya, otro punto de entrada en territorio panameño.
Los peligros de la travesía
El cruce del Darién es una prueba extrema de resistencia. Los migrantes enfrentan condiciones climáticas adversas, terrenos fangosos, ríos caudalosos y montañas empinadas. Además, la selva es hogar de animales peligrosos como serpientes venenosas y jaguares. Pero el mayor peligro proviene de los grupos criminales que operan en la zona, quienes extorsionan, asaltan y, en algunos casos, abusan de los migrantes.
Las redes de tráfico de personas también juegan un papel crucial en la travesía. Los llamados “coyotes” cobran entre 300 y 1.000 dólares por persona para guiarlos por la selva, aunque no siempre garantizan la seguridad de sus clientes. Muchos migrantes son abandonados en medio del trayecto, sin comida ni orientación, quedando a merced de los peligros naturales y humanos. Si quieres conocer alguno de los testimonios, puedes leerlos en nuestra sección Voces.

Un fenómeno en aumento
El flujo migratorio por el Darién ha aumentado de manera alarmante en los últimos años. Según cifras oficiales, en 2023 más de 500,000 personas cruzaron esta selva, la mayoría provenientes de Venezuela, Haití y países africanos y asiáticos. La crisis económica y social en sus países de origen, sumada a las políticas migratorias más estrictas en otras regiones, ha convertido esta ruta en una de las pocas opciones disponibles para quienes buscan un futuro mejor en Norteamérica.
Panamá y organismos internacionales han intentado implementar medidas para controlar el paso de migrantes y brindar asistencia humanitaria, pero la magnitud del fenómeno ha desbordado las capacidades de los gobiernos locales. Campamentos improvisados y centros de atención en las zonas fronterizas tratan de ofrecer alimentos y atención médica, pero la crisis humanitaria sigue en aumento.
El cruce por la selva del Darién se ha convertido en una de las rutas más temidas, pero transitadas por los migrantes en su camino hacia el sueño americano. Cada día, cientos de personas arriesgan sus vidas en un trayecto donde la esperanza y la desesperación caminan juntas. Mientras las condiciones económicas y políticas en sus países no mejoren, esta ruta seguirá siendo un pasaje obligado para quienes buscan un futuro mejor, sin importar los riesgos que deban enfrentar.

